miércoles, 24 de enero de 2007

LECTURA E INFANCIA

Es en la infancia preescolar cuando se forman las actitudes fundamentales ante el libroDe la lectura proviene algo sobre lo cual no consigo tener ningún poder. Podría decir que ese es el límite que el más omnipresente de los policías no consigue en absoluto traspasar. Podemos impedir que se lea: pero en el decreto mismo que prohibe la lectura, es posible leer algo de esa verdad que quisiéramos no fuese jamás leída... (Sí un viajero en una noche de invierno - Italo Calvino. Río de Janeiro, Nova Fronteira, 1982). La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra (...). La vieja casa, sus cuartos, su corredor, su sótano, su terraza, el sitio de la huerta materna, el amplio patio en el que se encontraba, todo eso fue mi primer mundo. En él comencé a gatear, a balbucear, aprendí a ponerme de pie, a caminar, a hablar. En verdad, aquel mundo especial se daba a mí como el mundo de mi actividad perceptiva, por eso mismo como el mundo de mis primeras lecturas. Los textos, las palabras, las letras de aquel contexto... Se encarnaban en una serie de cosas, de objetos, de señales, cuya comprensión iba aprendiendo en mi trato con ellas, en mis relaciones con mis hermanos mayores y con mis padres. (...). El desciframiento de la palabra fluía naturalmente de la lectura del mundo particular (...). Fui alfabetizado en el suelo del patio de mi casa, a la sombra de los árboles de mango, con palabras de mi mundo y no del mundo adulto de mis padres. El suelo fue mi primer tablero; y pedacitos de madera mi primera tiza. Paulo Freire, La importancia del acto de leer. Como dice magistralmente Paulo Freire, la lectura del mundo precede a la lectura de la palabra. De ahí, incluso su gran descubrimiento de hace más de 20 años -el famoso método de alfabetización- que partía del mundo real del alfabetizando (de la investigación del universo vocabular hasta la formación de las palabras-clave: ladrillo, pared).De la realidad cotidiana del dicente nacía, naturalmente, el conocimiento del mundo de las palabras y de las frases escritas: el conocimiento del código. Otras experiencias fueron realizándose en Brasil y en el mundo, y merece citarse en especial el de María Favela de Antonio Leal, libro nacido de la experiencia de alfabetización en las chavolas Rocinha, en Río de Janeiro. En la revista: Lectura, teoría y práctica. No. O, Moacir Gadotti, en su artículo titulado: Qué es leer? busca definiciones elementales sacadas de buenos diccionarios. Leer es ver lo que está escrito, interpretar por medio de la lectura, descifrar, comprender lo que está escondido en una señal exterior, descubrir, tomar conocimiento del contenido de un texto por la lectura. Y continúa: todas esas definiciones, finalmente, implican la existencia de un lector, de un código y de un autor. Por medio del código linguístico, el autor se comunica, en cualquier tiempo y espacio (inclusive vía traductor, decimos nosotros), con el lector. Ese código es normalmente representado por el texto. Por eso, para saber lo que es leer, tengo que saber, antes que todo, lo que es un texto y lo que es comprender un texto. También nosotros fuimos a consultar un buen diccionario. Texto viene del latín textus que significa tejido, trama, encadenamiento de una narración, etc. De Tejer, textere. Un texto es por tanto algo acabado, una obra tejida, un complejo armonioso. Esa es la primera connotación de lo que es texto, que implica... su autonomía. En la misma publicación, Olga Molina, en su artículo Lectura: será posible (y necesaria) una definición?, Nos dice que la lectura puede ser mejor categorizada como compuesta de un número de dominios de comportamiento diferentes pero relacionados, que varían desde aquellos que son prontamente observables (atención, fijación de los ojos) a aquellos que no son observables, y, por tanto necesariamente inferidos. Incluidas entre las últimas se encuentran actividades como la traducción de símbolos expresados en representaciones cognitivas, comprensión y habilidades de inferencia. En relación con el material de lectura, deben considerarse algunos aspectos básicos, cuando se intenta explicar la lectura. Como resultado de una interacción lector-texto. Entre los aspectos señalados por Olga Molina, están la legibilidad del material y la inteligibilidad del texto. Ezequiel T. da Silva, en su libro el acto de leer, fundamentos sicólogos para una nueva pedagogía de la lectura, señala nueve componentes para la comprensión: 1) conocimiento de las palabras; 2) raciocinio en la lectura (inclusive capacidad para inferir significados y para relacionar varias proposiciones); 3 capacidad para focalizar la atención en proposiciones explícitas del autor; 4) capacidad para identificar la intención del autor, sus propósitos y sus puntos de vista; S) capacidad para derivar significados nuevos a partir del contexto; 6) capacidad para: identificar proposiciones detalladas en un párrafo; 7) capacidad para seguir la organización de un trozo e identificar los antecedentes que se refieran a él; 8) conocimiento específico de los recursos literarios; 9) capacidad para seleccionar la idea principal de un trozo. Muy bien. Todo eso es leer. Pero qué es hábito? Fuimos. Nuevamente al diccionario, para anotar que hábito es disposición duradera, adquirida por la repetición frecuente de un acto uso, costumbre: sólo la educación puede formar buenos hábitos. Dos palabras saltan inmediatamente a la vista: duradera y adquirida. No se puede, por lo tanto, llamar hábito de lectura a un ligero coqueteo con éste o aquel libro. De la misma forma, se puede concluir que no se nace con un gene de la lectura. Se puede, incluso, hacer un paralelo entre dos hábitos fundamentales: el hábito alimenticio y el hábito de lectura. F niño comerá lo que su familia o su grupo social. Esto es verdad incluso en nuestro permanentemente mal nutrido tercer mundo. Un niño con hambre llega a rechazar un alimento que no hace parte de su hábito. El hábito se forma temprano, muy temprano. Y el examen del contexto familiar común muestra que es muy difícil la formación del hábito de leer. La lectura es un dato cultural: el hombre podría vivir sin ella y, durante siglos fue eso lo que aconteció. Sin duda, después de que los sonidos fueron transformados en signos gráficos, la humanidad se enriqueció. Surgió la posibilidad de guardar el conocimiento adquirido y de transmitirlo a las nuevas generaciones. Así, se hizo cada vez más importante para el hombre saber leer. No solamente descifrar un código escrito, sino, a partir de él, discutiéndolo, rechazándolo o aceptándolo, construir un pensamiento propio. Por eso decimos que leer, en el sentido profundo del término es el resultado de una tensión entre el lector y texto, esto es, un esfuerzo de comunicación entre el escritor que elaboró, escribió y publicó su pensamiento y el lector que se interesó, compró o ganó, hojeó o leyó el texto. Por ello, también la lectura es una actividad individual y solo la lectura directa, sin intermediarios, es lectura verdadera: la lectura silenciosa, que moviliza toda la capacidad de una persona, es una actividad casi tan creadora como la de escribir. Como no se trata de un acto instintivo, sino por el contrario, de un hábito, que debe ser gradualmente adquirido, es preciso que desde el comienzo se dé al aprendiz de la lectura el objeto para leer (libro, revista o periódico), respetando su nivel de aprendizaje. De ahí la división que se acostumbra en franjas de interés o de edad, pero que es nada más una indicación para esas diferentes etapas de la lenta marcha hasta el dominio total de la lectura. Por todo eso, existe una producción específica destinada a niños y jóvenes, que lleva el nombre de literatura infantil y juvenil. Podría ahora surgir la pregunta: por qué literatura? Por qué al pensar en lectura hablamos de libros de ficción, esto es libros que cuentan historias, y no de cartillas o de manuales? Creemos que la lectura de ficción, que supone el uso anterior de la cartilla, es la indicada cuando se trata de la creación del hábito de lectura, debido al interés inmediato que suscita. Hablando directamente a la imaginación y a la sensibilidad, el texto literario, sin compromiso con la realidad, pero refiriéndose continuamente a ella, puede por su fuerza creadora, llevar a la comunicación lector-texto que caracteriza el acto de leer. En el mundo maravilloso de la ficción, el niño encuentra, además de diversión, algunos de los problemas sicológicos que lo afligen resueltos satisfactoriamente, percibe en cada narración formas de comportamiento social que puede aprender y usar en el proceso de crecimiento en que se encuentra, informaciones sobre la vida de las personas en lugares distantes, descubriendo que existen formas de vivir diferentes de la suya. Existen investigaciones para demostrar que las historias favoritas de los niños de diferentes edades reflejan sus conflictos emocionales y fantasías particulares, experimentados en diversos momentos de sus vidas. Leyendo, los niños se identifican con éste o aquel personaje en una situación semejante a alguna ya vivida y eso puede ayudarles a resolver sus problemas. La literatura da una visión de conjunto. Ella satisface la curiosidad infantil en diversos campos, y, de esta manera puede reunir muchas de las disciplinas que constituyen el campo de aprendizaje. La obra literaria no tiene que ser obligatoriamente didáctica, pero el trabajo escolar puede y debe utilizar los libros de ficción para complementar, introducir o profundizar conceptos de lenguaje, estudios sociales, ciencias y matemática. Si la lectura debe llegar a ser un hábito, debería ser también fuente de placer y nunca una actividad obligatoria, cercada de amenazas y castigos y enfrentada como una imposición del mundo adulto. Para llegar a ser lector es preciso gustar de leer, gustar la lectura. Si ha de ser un hábito, la lectura debe comenzar a ser sugerida lo más pronto posible en el proceso de formación del individuo. Por ello, en casa, en la familia, los padres son los primeros motivadores del niño: el adulto que carga a un niño y lo arrulla con aquellas canciones tradicionales, que juega con el bebé utilizando las historias, adivinanzas, rimas y expresiones de nuestro folclore, que hojea una revista o un libro buscando las figuras conocidas y pregunta el nombre de ellas, está colaborando, -y mucho!- a la formación de una actividad positiva ante la lectura. Los padres que leen, aquellos que ya tienen ellos mismos el hábito de la lectura desarrollado, pueden estar tranquilos en cuanto al hecho de que sus hijos serán también buenos lectores. Sabemos, sin embargo, que en nuestro país ellos son minoría. Por motivos diversos, principalmente de orden económico-social, la mayoría de nuestra población no lee. Así, la escuela se convierte en el lugar posible, aunque no el ideal, dado su carácter obligatorio, donde puede inculcarse al niño o al joven el hábito de leer. La mejor manera en que los padres pueden ayudar a sus niños a ser buenos lectores, es que los padres les lean a sus niños, aunque ellos sean muy pequeños. Cuando los adultos leen en voz alta, los niños aprenden rápidamente que un libro es una maravilla. Los padres pueden empezar a leerle a su niños inmediatamente después de que nazcan. Aunque los niños no entenderán completamente una historia o un poema, ellos disfrutarán simplemente escuchando la voz de sus padres. Los padres desearán darle a sus niños pequeños libros ilustrados, libros con rimas y palabras simples. Los niños de edad preescolar disfrutan libros que contienen historias cortas, al mismo tiempo que contienen información sobre el mundo que les rodea. Leer es más que decir palabras. Es una actividad compartida entre niños y adultos dedicados. Los niños pueden aprender muchísimo sobre el lenguaje al escuchar a sus padres y abuelos, por eso es importante la lectura en voz alta. Los niños se benefician más cuando sus padres hacen lo siguiente: Demuestran entusiasmo al leerles. Dan la oportunidad de ver las fotos o figuras y animan a buscar algunos objetos que están dentro de ellas. Discuten las historias con los niños. Ayudan a los niños a identificar letras y palabras. Usan el dedo índice debajo de las palabras para que los niños puedan seguir la historia al mismo tiempo. hablan acerca de los significados de las palabras. Contestan preguntas que los niños hacen en los momentos de la lectura. Vuelven a leer los libros favoritos en otras oportunidades. Comparan experiencias ilustradas en los libros con experiencias reales de los niños. Hacen preguntas a los niños, relacionadas con el libro después que se ha leído. Fomentan que los niños inventen sus propias historias. Los padres pueden escribir lo que los niños dicen y luego les leen lo que ellos dijeron. Ayude a los niños a crear sus propios libros, usando sus propias historias, cortando fotos de revistas, fotos de la familia, o simplemente los mismos trabajos de arte que ellos hacen. Es importante que los padres mantengan libros en la casa para que los niños puedan elegir sus libros favoritos. Los padres deben fijar una hora para leer antes de ir a la cama. Los niños también tomarán una imagen positiva si ven que sus padres están leyendo, o haciendo lo mismo, con mucho entusiasmo. Cuando los padres llevan libros de la librería para ellos y sus niños, es una muestra de que la lectura es muy importante.

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